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EL HERMANO PEQUEÑO DE RECUPERANDO IDEAS.

domingo, 3 de agosto de 2014

UNA ESPECULACIÓN: LOS PARTIDOS COMO ESTRUCTURAS SOCIALES Y SU FUNCIÓN

No es mi intención, especular intelectualmente sobre términos y conceptos que, debido a su complejidad son motivo de estudios académicos serios. Pero si me gustaría aventurarme a realizar una comparación cualitativa en torno a lo que los funcionalistas ( dentro del paradigma sociológico contemporáneo) han denominado Estructuras Sociales y, más concretamente, sobre los partidos y organizaciones políticas como parte de ese sistema de estructuras y subsistemas.

Para los funcionalistas, lo importante no es el “quien”, sino el qué, separando ambos conceptos. En mi opinión, en el marco en el que estamos, el quien y el qué tiene una relevancia, pues ambos conceptos se “transversalizan” al existir un “porqué”.

El análisis funcionalista considera que, en la relación social existen unos elementos comunes: estructura y función, que, en principio y para los intelectuales que desarrollan su actividad sociologica desde éste paradigma, son básicos. Las estructuras son “un sistema de reglas de un sistema relativamente estable y que tienen a continuar en el tiempo, a pesar de los cambios. Este extremo, de forma grosera, lo podríamos aplicar a los partidos políticos tradicionales: las reglas son tan estables que, incluso en algunos partidos ( de la derecha principalmente) la democracia ha llegado solo de una manera formal, podríamos decir ( al margen de valoraciones y, de forma objetiva, si planteásemos datos sobre la vida orgánica de éstos partidos podríamos valorar la afirmación, más allá de acalorados debates sobre el entendimiento subjetivo).

Pero voy a pararme en las cuatro características que la sociología funcionalista plantea como mínimo en lo que respecta a una estructura y, sin las cuales, se produciría una “disfuncionalidad” que le restaría carácter. Veamos.
-Las estructuras se articulan y organizan en función de una norma interior que le dan solidez. Así es en el caso de los partidos y en cualquier otra estructura social pues, de lo contrario nos encontraríamos ante un agregado social.
-Formada por un conjunto de instancias coordinadas respecto a normas y participantes que le permiten actuar en virtud de una finalidad determinada. En el caso de los partidos; la lucha por el poder ( entendido poder en su acepción liberal).
-Está adaptada al ambiente en que aparece. Y aquí encontramos la primera disfuncionalidad: los partidos, desde la transición, subsisten “gracias” al apoliciticismo de lo que ahora ha denominado algunos, la “mayoría silenciosa”. O dicho de otra manera: los partidos han vivido gracias a la delegación, que no a la participación ( minoritaria, si valoramos porcentualmente la militancia, por ejemplo, en un municipio) de la ciudadanía, fruto de “aquella” democracia que fue diseñada en la transición como “perfecta” pero que es cuestionada en la actualidad.
-Se transforman en el ambiente en el que aparecen: se adaptan. Y esa es otra cuestión que es claramente disfuncional: los partidos tradicionales no se han adaptado a un ambiente cada vez más crispado contra el papel excluyente de la democracia formal (representativa) en que vivimos. Los partidos, lejos de adaptarse efectivamente, viven de gestos y propaganda con el único objetivo de mantener la dominación ( en términos Gramscianos y, por ende, marxistas) bajo la que vivimos, y que propicia que, todavía, esa mayoría silenciosa no se plantee la movilización para derrocar, a través del único instrumento de democracia directa que el sistema permite ( el voto) a unas organizaciones ancladas a unas funciones latentes ( la manifiesta es la lucha por el poder): la defensa de una seria de privilegios ( subvenciones, salarios, jubilaciones, etc) que el sistema les garantiza y del que se aprovechan utilizando como pancarta la función manifiesta de la lucha por el poder, escudada en los programas electorales, verdaderos documentos de retórica política que parecen copiados unos de otros.

Y me he centrado en el análisis funcionalista, porque es el mismo que confiere, académicamente, una función a cada estructura ( se realizan de forma conjunta) para especular ( nada más lejos de mi intención que demostrar psudo empíricamente, pues ni tengo los recursos, ni los datos, aunque en el análisis cualitativo de lo que planteo, ya coincidimos muchos y muchas desde diversas perspectivas ideológicas), sobre la necesidad de analizar críticamente el papel actual de los partidos, tanto de los que nos gobiernan como de los que quieren hacerlo. En mi opinión, centrarse únicamente en el “buenismo” de sus candidatos o en unos programas electorales inconcretos y en su mayor parte llenos de retórica  ( los programas si pueden ser analizados, y animo a ello), sería un acto, inconsciente o involuntario ( no lo se) de perpetuar a una élite que vive alejada, no solo del papel que deberían jugar, al menos en sus niveles más cercanos, sino del propio espíritu de la democracia, entendida como sistema de representación y de participación.

En otro artículo especulare sobre el concepto de rol y de estatus para, como decía, seguir especulando sobre el papel de nuestros políticos. Aunque lo que deberíamos hacer es, en lo posible, leer las actas de pleno para analizar el discurso político de cada uno, sumándolo a su actividad cotidiana y a un análisis de sus programas, para poder ubicarnos en una realidad institucional más o menos concreta.


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