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EL HERMANO PEQUEÑO DE RECUPERANDO IDEAS.

miércoles, 18 de marzo de 2015

PROGRAMAS

Los programas electorales se han convertido, para la ciudadanía, en objetos de análisis: la constatación de los descarados incumplimientos por parte del actual gobierno del Estado, junto a la emergencia de una nueva organización, han resituado a los programas políticos y electorales en la parte alta, digamos, del debate político.
La necesidad que tienen algunos de demostrar la inviabilidad de las propuestas políticas de los "otros", debe ser examinada con cuidado, pues esos mismos han incumplido, cuando han tenido responsabilidad de gobierno ( e incluso, estando en la oposición, son escasas las propuestas al hilo del programa que han sido planteadas en las instituciones o a la sociedad), por lo que la legitimidad que tienen, concedida por los votos, se vuelve cuestionable, cuando no una actitud profundamente hipócrita.
En fechas próximas estarán en nuestras manos los programas electorales de las formaciones y partidos que concurren a las elecciones municipales del mes de mayo. Previamente, habrán sido presentadas las personas que representarán, no solo a esas siglas, sino a ese programa político. Y éste hecho ( la presentación de las personas previamente a la elaboración del programa), puede entenderse como un  intento de atraer votos ( en ese mercado electoral donde las empresas políticas ofrecen sus programas al objeto de captar al cliente-votante), dejando la elaboración de los compromisos políticos para más adelante. Igualmente, podría suponer que, la elección de los miembros de las candidaturas tiene una directa relación con los programas y propuestas que van a presentarse a la sociedad, dando la oportunidad a los y las candidatos y candidatas para que en precampaña y campaña, impriman su impronta personal facilitando a la ciudadanía un mejor y mayor conocimiento tanto de las personas como de las propuestas. Personalmente me gustaría que la opción fuese la segunda, pero eso forma parte de la legítima estrategia de cada organización político en el marco de la contienda electoral.
Sea una cuestión u otra, creo que la exigencia de una ciudadanía desencantada (desafectada en lenguaje mediático), cabreada e incluso apática, pasa por centrar la atención sobre las propuestas: su nivel de concreción, su objetividad, si son propuestas cerradas o abiertas al cébate, si inciden o no en la vida de los y las vecinos y vecinas, si existen compromisos sobre vías de financiación, plazos, etc. Considero que es importante valorar el nivel de retórica y “eufemística” que puedan contener los programas, al igual que los instrumentos que se propongan para incidir en un verdadero cambio en la democracia municipal y, sobre todo, qué propuestas se propone para resolver el problema de dramática desigualdad que sufre la sociedad en general y particularmente, nuestro municipio ( paro, inexistencia de modelo económico sostenible, gestión de los servicios, promoción del autoempleo, política social, etc.)

La exigencia democrática es un valor que debería definir la construcción (o reconstrucción) de un sentimiento colectivo, única vía para crear un verdadero sentimiento de pertenencia, algo que hoy no se da, y que incide en la dificultad de diseñar un proyecto más allá del intento de contentar a unos u otros para, ya sea mediante la apelación sentimental o simbólica, ya como presentándose como los “únicos” capaces de gestionar los intereses, actitudes ambas excluyentes e incluso, sectarias (esa premisa que excluye a todos y todas los que no tienen “experiencia”, sin reflexionar sobre el hecho de que nadie tiene experiencia, hasta que la tienen)

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