La democracia en la que vivimos (o que sufrimos) fue perfectamente
definida y concretada por Schumpeter: un régimen donde dominan (legítimamente,
para el) las élites sobre los “comunes”, en un sistema de democracia de mercado
donde la oferta electoral es adquirida por los votantes ( también definidos,
eufemísticamente, como consumidores, clientes o contribuyentes con la
pretensión clara de excluir el significado de ciudadano/a) en el mercado
electoral. Pero el “perfecto” sistema, parece que cada día se cuestiona más, y
ante esto, los partidos políticos políticos (los nuevos y los tradicionales)
han “apostado” por el instrumento de las primarias ( abiertas y cerradas) como
elemento de “regeneración”. Estoy de acuerdo en que los partidos tradicionales
necesitan con urgencia democratizar profundamente sus estructuras, pero difiero
en que las primarias sean la única solución. Me explico.
Las primarias cerradas a la militancia ( con las que estoy
de acuerdo por un concepto que más tarde desarrollaré) garantizan una cierta
regeneración democrática; una relativa regeneración porque las élites, gracias
al actual poder que ejercen desde los aparatos
en una militancia en extremo obediente. Pero esta sola medida no
garantiza la democracia interna: la revocación de los cargos orgánicos e
institucionales, la rendición de cuentas, las listas abiertas, etc. Y estas
herramientas están por llegar.
Las primarias abiertas, “vendidas” como el nuevo paradigma
de la regeneración democrática, implica una variable que no es tenida en cuenta
o simplemente no interesa tenerla en cuenta: los instintos primarios de los y
las candidatos y candidatas por ocupar, legítimamente, un cargo o un puesto.
¿Porqué?. Sencillamente porque la movilización, apelando a lo emocional,
proporciona un marco legal en los procesos, pero lejos de la legitimidad al “viciarse”
los procesos.
Como decía, considero que las primarias y otras medidas que
incidan en un mayor control democrático en los partidos son necesarias, pero
defiendo personalmente que la militancia, la comprometida con los valores de
esa organización, sea la que decida a los candidatos. No obstante, considero
que, por el contrario, los programas sí deben ser debatidos con la ciudadanía
en general con el objetivo, no de transmitir una imagen, sino de asumir que la
opinión pública discursiva se convierta en agregada previamente a su concreción
en las urnas.
Y finalizo. Cuidado con la lectura interesada de las
encuestas, pues crean tendencia si son leídas imponiendo el voto útil ante la
exclusión de otras opciones. El instrumento demoscópico se ha convertido en un
elemento fundamental en manos de las empresas mediáticas interesadas en seguir
reproduciendo un sistema basado en la alternancia, transmitiendo la imagen de
la pluralidad como “atomización ingobernable”: la pluralidad obliga al dialogo
y al acuerdo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario