El marco competencial de un Ayuntamiento es, el que es. Y aunque
parezca una perogrullada, sería interesante ( por no decir necesario o
imprescindible) que las propuestas que van a convertirse ( debieran) en los
argumentos a través de los que los partidos políticos van a solicitar el voto a
la ciudadanía, tuvieran como referente las competencias y limitaciones,
articulando alternativas que, ciñéndose al marco y a las limitaciones (la ley de sostenibilidad de las
administraciones locales ha venido a limitar cuantitativa y cualitativamente)
plantearan a la sociedad vías posibles para cambiar las cosas.
Una cuestión previa sería, un cambio en la concepción misma
de representante: pasar de ese cierto estatus social a un rol de verdadero
representante; falible y sujeto a la crítica. Pero esto forma parte de la
impronta personal, por lo que poco se puede incidir a través de un proceso
electoral.
Volviendo a la viabilidad de las propuestas, el análisis presupuestario
es una exigencia: de qué medios se dispone, como se distribuyen, que
obligaciones legales y administrativas existen, con qué recursos fijos o periódicos
se cuenta. Un ejercicio de concreción sería, por ejemplo, plantear qué nivel
retributivo se está dispuesto a conceder a los cargos públicos, qué servicios
van a ser gestionados de forma directa y cuales de forma indirecta.
El debate sobre la fiscalidad municipal es fundamental. En
la actualidad existe una dinámica, condicionada por una cierta contestación
social, sobre determinados impuestos y tasas municipales. Abrir un debate
político y social sobre qué se recauda y a qué se destina, requiere, más allá
de la voluntad emocional, una formación
e información sobre el concepto en sí de los impuestos y tasas, pues de otra
manera no puede valorarse más que desde una actitud individual y no de interés
colectivo.
La otra cuestión es la concreción. Este ejercicio, debería
huir del eufemismo y la retórica, planteando qué hacer, cómo hacerlo y para
quién hacerlo. Seguir en la dinámica del “potenciaremos, fomentaremos,
impulsaremos…”, no añade nada nuevo, pues supone un continuismo en el vaciado
de la política y la prevalencia de lo emocional sobre la reflexión racional.
Creo que son muchos los ejercicios pendientes para resolver
la distancia entre representados y representantes, y la concreción y viabilidad
de las propuestas, juntos a una radical transparencia, podría indudablemente
incidir en la actual concepción que la ciudadanía tiene de la política
municipal.
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