No es una cuestión baladí, porque de ella dependen nuestra vida cotidiana en el ámbito más cercano: el pueblo donde vivimos. Y cuando hablo del pueblo donde vivimos, me refiero también al pueblo donde queremos trabajar o trabajamos, el pueblo por donde paseamos o en el que nos gustaría pasear ( a pie o en bici), el pueblo donde estudian nuestros hijos e hijas y donde pasan sus ratos de ocio, donde compramos ( o no), y tantas otras cuestiones que suponen una parte importante de nuestra vida cotidiana.
Y la pregunta me la hago yo, y supongo que se la harán muchos otros ciudadanos y ciudadanas mirando con profunda desilusión la legislatura que da sus últimos estertores. Preguntándonos porqué, a lo largo de cuatro años, los partidos que decidieron quedarse en oposición ( teniendo opción de gobernar desde la pluralidad) no han concretado más allá de los puramente simbólico qué proyecto tienen o quieren plantear a la ciudadanía que supere los veinte años de gobierno de la derecha. En qué se concretaría la política social, la política educativa, la política en materia de servicios, etc. Y, sobre todo una pregunta fruto de la decepción e incluso desde la frustración: ¿para que han servido los últimos años?.
Evidentemente, mis palabras serán entendidas como una crítica a los partidos y organizaciones hoy en la oposición, y sí, lo son. Pero considero que desde la crítica, se promueve el debate ( no la adhesión incondicional y acrítica a la persona) sobre ideas, propuestas e iniciativas; desde la adulación, se promueve el clientelismo y esa especie de amiguismo que nada beneficia a la política pero que, en demasiadas ocasiones, tanto engorda el ego y tanto gusta.
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