Al 12 de octubre se le denominó no hace muchos años, el "día de la raza". Así, los fascistas españoles reivindicaban el carácter propio de una tierra que, pese a ellos, ha sido y es encrucijada de civilizaciones y crisol de razas.
Condenar el franquismo es una obviedad: franco encabezó un golpe de estado que, apoyado por potencias extranjeras, hizo la guerra a la República, régimen legalmente establecido por la ciudadanía. No condenar el franquismo es insultar a los miles de muertos que todavía yacen en las cunetas, únicamente por motivos de conciencia.
Decir que, en "guerra todos comenten barbaridades" es también una obviedad: la guerra es barbarie. Pero en aquel caso, el ejercito de la república, los milicianos y milicianas se defendían ante una agresión. Bien diferente es el caso del fascismo encabezado por franco, que, sirviéndose de las estructuras del estado, desplegó un régimen de terror contra todo aquel o aquella que pudiera haber pensado o actuado en contra de sus dogmas. Comparar a éste energúmeno con el Marxismo es un síntoma de incultura, no se si voluntario o involuntario. El Marxismo es un compendio de ideas que postulan una sociedad diferente. Otro caso sería condenar el Estalinismo, que pervirtió el socialismo y a su referente Karlos Marx, en beneficio de un régimen que no podemos definir ni como socialista, ni como marxista. Esta confusión interesada no puede seguir sirviendo de excusa y argumento para los que, a través de las palabras intentan cambiar la historia y a sus protagonistas de forma interesada.
La sociedad tiene que saber que el fascismo es y fue un régimen opresor y asesino, y que el Marxismo propone al ser humano todo lo contrario: solidaridad, cooperación, lo colectivo como máxima expresión de una sociedad diferente y alternativa al capitalismo asesino que mata, a través de guerras y a través de hambre y la miseria social y cultural.
No comparemos, pues es imposible y, además, es una barbaridad: filosofía contra criminales.
Como Marxista considero que todo aquel que hace la comparación, se declara, en primer lugar como un lerdo, y en segundo lugar como un neo fascista, pues la intoxicación para acabar con toda contestación crítica, es propia de regímenes autoritarios.
Condenar el franquismo es una obviedad: franco encabezó un golpe de estado que, apoyado por potencias extranjeras, hizo la guerra a la República, régimen legalmente establecido por la ciudadanía. No condenar el franquismo es insultar a los miles de muertos que todavía yacen en las cunetas, únicamente por motivos de conciencia.
Decir que, en "guerra todos comenten barbaridades" es también una obviedad: la guerra es barbarie. Pero en aquel caso, el ejercito de la república, los milicianos y milicianas se defendían ante una agresión. Bien diferente es el caso del fascismo encabezado por franco, que, sirviéndose de las estructuras del estado, desplegó un régimen de terror contra todo aquel o aquella que pudiera haber pensado o actuado en contra de sus dogmas. Comparar a éste energúmeno con el Marxismo es un síntoma de incultura, no se si voluntario o involuntario. El Marxismo es un compendio de ideas que postulan una sociedad diferente. Otro caso sería condenar el Estalinismo, que pervirtió el socialismo y a su referente Karlos Marx, en beneficio de un régimen que no podemos definir ni como socialista, ni como marxista. Esta confusión interesada no puede seguir sirviendo de excusa y argumento para los que, a través de las palabras intentan cambiar la historia y a sus protagonistas de forma interesada.
La sociedad tiene que saber que el fascismo es y fue un régimen opresor y asesino, y que el Marxismo propone al ser humano todo lo contrario: solidaridad, cooperación, lo colectivo como máxima expresión de una sociedad diferente y alternativa al capitalismo asesino que mata, a través de guerras y a través de hambre y la miseria social y cultural.
No comparemos, pues es imposible y, además, es una barbaridad: filosofía contra criminales.
Como Marxista considero que todo aquel que hace la comparación, se declara, en primer lugar como un lerdo, y en segundo lugar como un neo fascista, pues la intoxicación para acabar con toda contestación crítica, es propia de regímenes autoritarios.
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