Que la extrema derecha valenciana ( y en general, la de todo el estado y la de todo el mundo) tiene un guión claro de trabajo está claro, pero que la ciudadanía, en general, perciba que el objetivo es someter a la sociedad a una degeneración social extrema, no parece tan claro.
Evidentemente, las movilizaciones contra los recortes en política social y educativa, inciden en cierto grado en la toma de conciencia de muchxs ciudadanxs que, poco a poco, van visualizando los veraderos objetivos que se ocultan tras los discursos falsos y demagógicos que, sin decir nada, dicen mucho. Pero el salto de calidad vendrá en el momento en el que la toma de conciencia sea el primer paso hacia la militancia política activa, y no solo como estrategia defensiva, sino como una apuesta de futuro.
Los recortes públicos ya no son progresivos y solapados, sino a cara descubierta y sin ninguna vergüenza, por lo que la ciudadanía, la clase trabajadora, el amplio ejercito de excluidxs debe asumir su propia responsabilidad y luchar abiertamente contra un sistema que nos condena a servir a los poderosos de mera mercancía, sin derechos, obligados a agachar la cabeza y cerrar la boca para poder sobrevivir. La violencia que el sistema ejerce contra la clase trabajadora, contra lxs jóvenes, contra los jubilados, debe ser contestado con movilización, sin excluir que, ante los cada vez más duros ataques del sistema y sus instrumentos de defensa, haya que asumir determinados grados de violencia, aunque ésta no sea una elección fácil.
La movilización ciudadana tiene, en mi opinión, dos objetivos. Uno, demostrar que la toma de conciencia es una realidad cada vez mayor, y en segundo lugar, que la ciudadanía está dispuesta a defender, en principio pacíficamente, sus derechos, las mínimas conquistas sociales y económicas que todavía se mantienen. Que estamos dispuestos a movilizarnos para educar en la rebeldía hacia un sistema injusto y cruel. Que estamos dispuestos a cambiar nuestra vida para cambiar el futuro.
La privatización de nuestra vida es un objetivo de la extrema derecha y la social derecha, y es algo que no podemos consentir a riesgo de renunciar a nuestro propio sentido como seres humanos. Así que, la lucha, que va a ser dura, vale la pena.
Evidentemente, las movilizaciones contra los recortes en política social y educativa, inciden en cierto grado en la toma de conciencia de muchxs ciudadanxs que, poco a poco, van visualizando los veraderos objetivos que se ocultan tras los discursos falsos y demagógicos que, sin decir nada, dicen mucho. Pero el salto de calidad vendrá en el momento en el que la toma de conciencia sea el primer paso hacia la militancia política activa, y no solo como estrategia defensiva, sino como una apuesta de futuro.
Los recortes públicos ya no son progresivos y solapados, sino a cara descubierta y sin ninguna vergüenza, por lo que la ciudadanía, la clase trabajadora, el amplio ejercito de excluidxs debe asumir su propia responsabilidad y luchar abiertamente contra un sistema que nos condena a servir a los poderosos de mera mercancía, sin derechos, obligados a agachar la cabeza y cerrar la boca para poder sobrevivir. La violencia que el sistema ejerce contra la clase trabajadora, contra lxs jóvenes, contra los jubilados, debe ser contestado con movilización, sin excluir que, ante los cada vez más duros ataques del sistema y sus instrumentos de defensa, haya que asumir determinados grados de violencia, aunque ésta no sea una elección fácil.
La movilización ciudadana tiene, en mi opinión, dos objetivos. Uno, demostrar que la toma de conciencia es una realidad cada vez mayor, y en segundo lugar, que la ciudadanía está dispuesta a defender, en principio pacíficamente, sus derechos, las mínimas conquistas sociales y económicas que todavía se mantienen. Que estamos dispuestos a movilizarnos para educar en la rebeldía hacia un sistema injusto y cruel. Que estamos dispuestos a cambiar nuestra vida para cambiar el futuro.
La privatización de nuestra vida es un objetivo de la extrema derecha y la social derecha, y es algo que no podemos consentir a riesgo de renunciar a nuestro propio sentido como seres humanos. Así que, la lucha, que va a ser dura, vale la pena.
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