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sábado, 8 de marzo de 2014

EN EL CAMPELLO, ¿VIVIMOS EN UNA DEMOCRACIA?


No es una pregunta retórica: ¿nos hemos parado en algún momento a analizar la calidad de la democracia que disfrutamos ( o sufrimos) en El Campello?, ¿es la misma democracia que se vive en el resto de municipios, en el resto del Estado?. Mi respuesta es, si, pero no. Me explico.
La democracia, entendida desde la óptica neoliberal ( simplista cuando no reduccionista aunque formalmente aceptada) debe reunir unas requisitos mínimos para ser aceptada como tal: la participación política, el cumplimiento de la voluntad general de la comunidad, la limitación del poder y la reducción de los antagonismos sociales (de forma resumida y esquemática). Pero, ¿ y si no se cumplen los propósitos?

El Ayuntamiento de El Campello funciona desde los principios del neoliberalismo, o lo que es lo mismo: escasa o nula intervención social, dejando al albur de la “invisible mano del mercado” a la ciudadanía. El derecho de participación política se limita a pedir el voto cada cuatro años, sin que existan más mecanismos de participación (los tímidos intentos realizados en el pasado con la creación de consejos sectoriales, la nula repercusión de un reglamento de participación inaplicado o inaplicable por no existir voluntad, etc.). Por otro lado señalar que el movimiento ciudadano tampoco es un elemento de relevancia en la realidad social de El Campello, ya que únicamente se glutina en la defensa de cuestiones sectoriales sin contar con la participación de otros colectivos e incluso de otras zonas de la localidad que, en principio, no comparte los problemas concretos que motivan la movilización, abstrayéndose al considerarlo (de forma errónea y desde el individualismo) como algo “ajeno”.

Sobre la voluntad general, ¿Cuál es la voluntad general de la comunidad?, ¿existe una comunidad o simplemente la suma de individuos es lo que forma esa “comunidad local?. Personalmente me decanto por la segunda opción.
De la limitación de poder podríamos hablar largo y tendido, no solo por el deficiente funcionamiento burocrático ( en cuanto a estructura), sino por la perdida de poder efectivo que la correlación de fuerzas emanada de las urnas ha sufrido a lo largo del tiempo: los programas han sido meros instrumentos electorales.

La influencia social de la administración local es, o nula, o meramente testimonial. Una administración que se limita únicamente a la gestión de recursos (sin casi criterio político) teniendo como objetivo principal la recaudación de impuestos y tasas sin que éstas tengan una dimensión política concreta, es una administración funcional pero no política.

No podemos referirnos al objetivo de reducir las contradicciones por la inexistencia de programas o políticas destinados al apoyo de los sectores más desfavorecidos por el sistema. No existen programas de apoyo ni a familias, ni a dependientes, ni a parados, ni a jóvenes…ni a nada.
En definitiva, un brevísimo análisis de la democracia en El Campello nos señala demasiados puntos negros. No tenemos una democracia plena y avanzada sino una democracia meramente electoral, lo que la reduce a casi nada.

Evidentemente la culpa no es solo de la representación política por no intentar influir en una mayor y mejor participación, sino de la ciudadanía que, despreocupada e irresponsablemente ha delegado en los mandatados surgidos de las urnas la toma de decisiones, renunciando a derechos que, en definitiva, conforman el contenido y el carácter del concepto de ciudadanía: en nuestro municipio se es contribuyente o meramente votante, pero nada más.


Otro reto sobre la mesa de un pueblo, al que no puede darle la espalda, so pena de convertirse en victima de su propia desidia.


Y termino con la misma pregunta que me hice al inicio: ¿en algún momento nos hemos parado a pensar sobre la realidad en la que vivimos?

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