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EL HERMANO PEQUEÑO DE RECUPERANDO IDEAS.

domingo, 16 de marzo de 2014

UNAS OPINIONES SOBRE EL QUÉ, EL PARA QUÉ Y EL CÓMO EN EL MARCO DE LA CONVOCATORIA DE ELECCIONES AL PARLAMENTO EUROPEO.

El parlamento europeo, a pesar de la clara influencia que ha tenido y tiene para la vida cotidiana de las personas, no es visto como un instrumento en sí mismo. Como mucho, la imagen social que se tiene es en torno a los “privilegios” que los diputados y diputadas tienen. No obstante, es preciso que la ciudadanía analice, (paralelamente a las consideraciones que, siendo importantes, nos condicionan a la hora de criticar el papel de las instituciones europeas en el devenir cotidiano) la importancia, no relativa, que las instituciones actuales tienen y van a tener en un futuro inmediato, así como el discurso que sobre ellas mantienen las fuerzas políticas que concurren a las elecciones.

En primer lugar, creo que es importante resaltar la importancia del voto. Pero no desde el punto de vista “plebiscitario” que los partidos confieren al proceso como una proyección anticipada de otros posibles resultados electorales, sino como un proceso en sí mismo que nos situará frente al primer cuarto del siglo XXI en un marco institucional donde, o se mantiene el status quo o se cuestiona abiertamente.

El interés en situar las elecciones al parlamento europeo en el plano de lo “local” nos oculta uno de los que, en mi opinión, son los objetivos de los partidos, llamémoslos, del sistema: mantener la actual situación. Los cambios que desde los partidos tradicionales se plantea ( e incluso desde alguna opción política novedosa que explícitamente acepta la actual situación, pasando de proponer la ruptura a la aceptación más o menos crítica) son meramente formales. No se cuestiona el papel del parlamento ni la necesidad de reforma, no se plantean la necesidad de retomar la elaboración de una constitución europea real más allá de unas normas económicas comunes ( injustas pues parte de situaciones desiguales), no se plantean la reforma de instituciones como el Banco Central Europeo ( que, de garante de la ortodoxia pase a ser un órgano de dinamización). Tampoco se cuestionan los “privilegios” que la ciudadanía critica.

Por otro lado están los partidos y organizaciones que sí cuestionan el papel de la actual Unión Europea, tal y como existe en la actualidad. Sí cuestionan la política económica y fiscal, sí cuestionan las instituciones, sus funciones y su relevancia social. Pero, curiosamente, tampoco plantean una propuesta clara y concreta sobre uno de los aspectos que más “duele” entre la ciudadanía: los privilegios de los diputados y diputadas. Curioso.

Insistir en la importancia del voto ( y su sentido) debe centrarse en dar preponderancia a los mensajes y propuestas con los que las candidaturas se presentan, sustrayéndonos de esa proyección “local”: no nos jugamos un gobierno estatal, nos jugamos el gobierno supranacional que ha condicionado y condicionará el desarrollo del Estado Español.

Ahora bien, ¿tienen interés los partidos políticos tradicionales en crear el ambiente apropiado que cuestione la Europa que hasta ahora conocemos?. Mi opinión es que no. Por un lado tenemos a la derecha, fiel cumplidora de los criterios austericistas impuestos desde los organismos supranacionales. Por otro, la socialdemocracia, condicionada, no solo por su situación doméstica, sino por la nula capacidad de reconstruir un discurso acorde con su propio discurso: de la retórica de “izquierdas” a la recuperación de un ideario programático basado en los principios del estado del bienestar como elemento vertebrador. La alianza de la Socialdemocracia Alemana con la derecha nos plantea algo más que dudas sobre las “propuestas” que la socialdemocracia española pueda plantear.

Las opciones más “rupturistas”, representadas por la izquierda anticapitalista (nominalmente) se erigen como la presunta única alternativa. Pero, ¿el auge en Europa de la izquierda de tradición comunista representará un freno a las imposiciones austericidas?. Todo dependerá de la capacidad de éstas organizaciones en cuanto a la movilización de un electorado apático y desilusionado.

En definitiva, y pese a lo que se pueda pensar a raíz de la argumentación anterior, personalmente creo que la cita electoral del mes de mayo es fundamental para el futuro de nuestro país, y de éste en el marco de una Unión Europea actualmente en manos de esas invisibles figuras llamados eufemísticamente “mercados”. La participación activa, no solo el día de votar, sino a lo largo de una campaña en la que se deben desenmascarar y denunciar los discursos populistas cuyo transfondo es la aceptación acrítica de una realidad social y económica. La movilización social en torno a las propuestas de cambio y transformación; desde la Europa del capital a la Europa de lo social.


Creo que nos jugamos mucho todos como para considerar las elecciones europeas como “otro proceso electoral más”. Si el empuje de las opciones de izquierdas consigue el suficiente apoyo social, esa corriente es posible que sirva de motor a corrientes nacionales que incidan en la superación de la situación de dominio que la derecha y los sucedáneos tienen en los gobiernos. Y con esa conexión, que debería ser fruto de la movilización ciudadana, los cambios puede que se sucedan. Si afrontamos las elecciones como un proceso electoral más, habrán ganado los inmovilistas y aquellos cuyas pretensiones son seguir igual ( política y socialmente),y  habremos perdido todos. 

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