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EL HERMANO PEQUEÑO DE RECUPERANDO IDEAS.

sábado, 15 de febrero de 2014

DEMOCRACIA Y DICTADURA, UNA MERA CUESTIÓN ETIMOLÓGICA EN LA SOCIEDAD EN LA QUE VIVIMOS.

Hablar de dictadura, sólo a treinta años vista de la devastadora ignominia impuesta a fuego y muerte por el fascismo español ( existen algunas teorías sobre si podríamos denominarla dictadura fascista o régimen autoritario, pero no es cuestión de entrar en disquisiciones terminológicas), parece hasta insultante, máxime si la intención del que suscribe es presentar algunas analogías con los tiempos que estamos viviendo. No obstante, y con una ambición meramente “opinativa”, voy a meterme en harina.

La dictadura franquista, o fascista o régimen autoritario (llámese como se prefiera) fue algo que nadie dudaría en condenar, a pesar del desconocimiento que las generaciones jóvenes de nuestro país tienen sobre esa nefasta página de nuestra historia. Pero lo que más poderosamente me llama la atención es el grado de aceptación con el que la sociedad permite que, todavía hoy, se mantengan determinados símbolos del genocidio fascista (basta con recordar algunas de las instrucciones reservadas de Mola para no vacilar en la calificación de genocidio). Y no me refiero solo a estatuas o similar: me refiero a ensalzamiento del genocidio por parte de cargos públicos de la derecha y, sobre todo, a los métodos que la misma derecha utiliza en el ejercicio del poder, persiguiendo el mismo fin que perseguía Mola, pero desde la legitimación política que dan las urnas ( más adelante entraremos en el asunto).
En ningún lugar de Europa podría darse el nivel de permisividad e incluso de privilegio del que todavía goza en determinados círculos el régimen fascista.

Por otro lado, la dictadura estalinista que, bajo la retórica comunista y la simbología revolucionaria, asesinó a millones de comunistas en campos de concentración (Gulags) y sometió a la población a un régimen autoritario.

Si hablamos de dictadura, ambas imágenes pueden venirnos a la memoria de una forma recurrente. Pero no es a este tipo de dictadura al que me quiero referir. Quisiera hablar del concepto de dictadura, pero no desde el ejercicio tosco del terror, sino de la imposición a través del miedo, pero con la legitimación de los instrumentos denominados del “estado de derecho”.

El capitalismo, a pesar de que se ha servido de la democracia liberal para legitimar e imponer su política de explotación en casi todo el planeta, ejerció de mano invisible en la imposición de una dictadura, pero ésta solo económica (¡solo!), permitiendo el desarrollo de determinadas libertades que, no siendo peligrosas para su subsistencia, justificaban el sistema como el “menos imperfecto”, simplificando la democracia a la mera representatividad. Bien es cierto que las sociedades tienen, en el sistema de democracia liberal en el que vivimos, la posibilidad de cambiar de gobierno pero, ¿de forma autónoma a la influencia “no visible” de las fuerzas coercitivas?. En mi opinión, no. Y opino que no, porque el capitalismo ( o economía de libre mercado en términos más actuales) se sirvió y se sirve de determinados instrumentos para someter la voluntad de la población y, por ende, someter o condicionar su intención de voto. Me explico: ¿la política económica de los partidos mayoritarios difiere en algo en nuestro país?, ¿dicha política económica, no tiene el respaldo de los medios que centran sus análisis en los resultados de la bolsa, en los datos macroeconómicos, etc?, ¿no se ha extendido el lenguaje neoliberal sustituyendo términos como el de ciudadano por el de consumidor y similares?, ¿no se hacen eco los medios de comunicación de masas de las noticias económicas planteando opinión sobre la misma?. Evidentemente todos estos argumentos pueden ser rebatidos: seguimos teniendo libertad ( opinión, expresión…). Y es cierto.

Centrándonos en los métodos que el actual gobierno ( del que muchos de sus militantes todavía se jactan de admirar al dictador y añorar el régimen sin que la repercusión vaya más allá de un par de titulares) emplea, podríamos deducir que, el argumento que sustentó al régimen fascista durante cuatro años, es empleado por el actual gobierno sin que la población tenga conciencia de ello ( sí se tiene conciencia, pero no como una restricción general de derechos con objetivos concretos, sino como meras medidas transitorias motivadas por la crisis): el miedo. Miedo a perder el trabajo, miedo a las sanciones administrativas cuando la Ley de Seguridad Ciudadana entre en vigor, etc. Pero esos miedos son achacados a la situación y no a un plan preestablecido por los que, en mi opinión, representan a la extrema derecha española ( con todas las connotaciones).
Todavía no se ha tomado conciencia del objetivo, aunque quizá pueda valorarse si reflexionamos sobre: Educación ( objetivo: sumir en la ignorancia social a los y las jóvenes, suprimiendo cualquier capacidad de crítica, construyendo sumisos consumidores frente a ciudadanos y ciudadanas responsables).Sanidad (objetivo: transformar el sistema público sanitario en un sistema asistencial, anteponiendo de forma teórica los derechos de los “usuarios” a la gestión pública, transformando en negocio un derecho; el derecho a la salud). Derechos económicos y sociales ( objetivo: someter a la clase trabajadora a la política del terror y la sumisión, obligando a renunciar a la dignidad en beneficio de la mera supervivencia). Participación ( objetivo: criminalizar los movimientos sociales, apelando a la seguridad, pero utilizando los medios coercitivos a disposición del estado para reprimir violentamente cualquier expresión ciudadana). Y podríamos seguir.

Y visto el planteamiento anterior, ¿podría afirmar que, en un régimen democrático hay un partido político que, sirviéndose de los instrumentos del estado está sometiendo a la población a una política de terror premeditado y planificado?.

El ataque contra las estructuras de las que se dotó la clase trabajadora, con el objetivo de minar y cuestionar su representatividad y, por consiguiente, el apoyo de los y las trabajadores y trabajadoras es otro objetivo que resulta evidente que se persigue. No obstante, en éste caso concreto, mucho del demérito de los sindicatos es debido a los mismos sindicatos que poco a poco han ido transformándose en meros apéndices de las estructuras del estado, perdiendo su carácter y sus objetivos como instrumentos de acción de la clase trabajadora ( el interclasismo, la opacidad económica, el verticalismo en la toma de decisiones…)


Las líneas entre dictadura y democracia no son tan claras, si los poderes “invisibles” (eufemísticamente les llaman “mercados”) son los que realmente condicionan la política de un país. Y en éste país, los poderes que condicionan la política que todos y todas sufrimos en mayor o menor grado, está condicionada, por no decir dirigida.

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