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EL HERMANO PEQUEÑO DE RECUPERANDO IDEAS.

lunes, 10 de febrero de 2014

¿PARA QUE GANAR LAS EUROPEAS?




Una gran parte de la ciudadanía que en breve será convocada para acudir a las urnas se pregunta: ¿para qué ir?. Mientras, los y las futuros candidatos y candidatas empiezan a introducir las típicas frases y soflamas vacías de mensaje pero llenas de electoralismo.
Las soflamas sirven a ese electorado fiel que, al igual que las organizaciones y partidos a los que sigue de forma acrítica, padecen de una endogamia propagandística igualmente vacía de contenido, más allá de unas siglas que, tras años de aligeramiento ideológico, son como una mera opción futbolística, es más: los y las dirigentes hablan en nombre de esas organizaciones como si del “partido del siglo se tratase”.

La pregunta que se debería hacer el ciudadano o ciudadana que está pensando en ir o no a las urnas en el mes de abril es, ¿qué se gana o se pierde en las europeas?. A esa pregunta, si le sacamos el resultado puramente numérico de los diputados o diputadas obtenidos por los partidos, le queda la necesidad de responder ( pues van unidas) al porqué y el para qué.

Porqué debo votar es la primera pregunta que los partidos que se postulan como “solución” deben contestar. No con mensajes propagandísticos, sino con explicaciones practicas. Opino que el porqué debería contener, a partes iguales; un contenido de aprovechamiento del único derecho electoral que la UE nos concede, y otro de contestación a una estructura que ha buscado el sometimiento a rígidas y férreas propuestas de política radical neoliberal.

El parlamento europeo, así como la estructura misma de la UE adolece de democracia, siendo una institución, al igual que las españolas, de mera representatividad. Al margen de la actitud de cada diputado o diputada, las vías de participación son prácticamente inexistentes además de desconocidas para el común de la ciudadanía. Por lo tanto, aprovechar el único derecho a elegir que nos concede la actual estructura institucional Europea es necesario.

Para qué debo votar. A esa pregunta, los partidos y organizaciones van a respondernos desde una perspectiva generalmente electoralista, pues profundizar más en el porqué nos haría cuestionarnos los objetivos y, por lo tanto, la misma existencia de la actual estructura de la UE.
Los partidos tradicionales apelarán a la necesidad de influir en los órganos de decisión pero, ¿cómo?.
La derecha europea tiene claro que el modelo que toca defender es el actual: el del sometimiento de todos a los criterios del FMI, BCE y resto de organismos neoliberales. El déficit y el sucursalismo de los países del sur de Europa frente al “liderazgo” de los países del norte, obviando las diferencias sociales y económicas, las necesidades de regulación de la especulación y el fraude, las políticas de supeditación de derechos a beneficios, etc, son el paradigma de la Europa que defiende la derecha. En el caso de España, con unos tintes nacional católicos que impone la omnipresente e histórica influencia de la jerarquía católica, y el carácter de soberbia social de los dirigentes del único partido europeo que ha conseguido aglutinar a la extrema derecha más reaccionaria en sus filas.
En el caso de la socialdemocracia con la hipoteca de las sucesivas concesiones al capitalismo financiero y sus pactos de “estado” con los neoliberales en busca de una solución a sus propias contradicciones que únicamente las han incrementado, liquidando cualquier contenido progresista programático, prevaleciendo únicamente el discurso contra la práctica.
La socialdemocracia Europea que no es referente de la confrontación de proyectos ( no digamos ya de ideología), se presenta hipotecada por la inexistencia de un verdadero proyecto social europeo. El principio de primacía de intereses nacionales se enfrenta a la construcción de una Europa solidaria y de derechos sociales con el lastre de ser los colaboradores necesarios en el desmantelamiento de las estructuras socio económicas del sur ( lo que ha instaurado la subsidiaridad de éstos países a los intereses de los primeros). Por lo tanto, la socialdemocracia no es la solución a los problemas que ellos mismos ( desde el gobierno, desde la oposición “responsable” e incluso desde la colaboración) han creado.

Tenemos por otro lado la izquierda plural. La izquierda englobada en torno al Partido de la Izquierda Europea tiene en su mano la posibilidad de influir en lo posible, más que en el futuro de Europa, en el retorno a la Europa de los derechos. Evidentemente esta posible influencia dependerá de los resultados electorales, pero también del mensaje que se sea capaz de insertar en la sociedad.
Los eslóganes y soflamas deben dejar paso a un verdadero debate sobre el cómo transformar Europa; como transformarla social y económicamente. Para ello, no solo debe existir un programa común, sino una estrategia de movilización común para toda Europa. Una estrategia basada en la conciencia a través del debate. Una nueva dinámica que aleje a la Izquierda europea de la imagen de “más de lo mismo, para lo mismo”.


Confío en que la izquierda europea sea capaz de enlazar las inquietudes de una gran parte de la ciudadanía con esa necesaria estrategia unitaria que el actual sistema exige. Y lo espero porque las únicas esperanzas de cambio progresivo están depositadas en esa Izquierda cuyo primer compromiso debería ser ( al igual que la izquierda en todos los ámbitos institucionales) corregir los errores y renunciar, denunciando, las situaciones de privilegio que el sistema representativo europeo impone. Ese, sería un buen comienzo que, con toda seguridad sumaría participantes en el proyecto de transformación global que los trabajadores y trabajadoras de Europa necesitamos. Más que el apoyo electoral, lo que es necesario buscar es la implicación inicial en el proceso de transformación. Una implicación que debería tener una continuación en los diferentes estados y en los diferentes niveles institucionales ( locales, autonómicos, etc) . Podríamos empezar a pensar que sí, que otro futuro es posible.

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