Esto es como hablar de las drogas: hay algunos que consideran que cualquier tipo de droga es dura en función de la dosis que se consuma y no de la droga en si misma. Hablar de la derecha es así: la cuestión no es cuánto de derechas se sea, sino que en sí misma, encierra determinados tics únicamente a amortiguados por los intereses electorales en cada momento. Además, la derecha no es una mera cuestión de siglas, sino de ideología y ética personal: se puede militar en un partido supuestamente de izquierdas y ser profundamente de derechas ( lo contrario, no suele suceder).
En nuestro país la denominada extrema derecha es testimonial porque las posiciones xenófobas, extremistas en materia económica, en defensa de la verticalidad de la sociedad y la limosna generalizada para con los pobres, está aglutinada bajo las mismas siglas. Es por eso que no corremos el riesgo de que un partido al estilo del Finés, o del Austriaco, o del más cercano frente nacional Francés surja con fuerza.
El partido único de la derecha reúne en sí mismo los peligros que en otros países europeos se aglutinan en organizaciones de corte neonazi: la xenofobia, la revalorización del egoísmo y la insolidaridad, la desvertebración absoluta de cualquier atisbo de estado social, etc.
Por eso podemos estar tranquilos, aquí no necesitamos que un frente nacional surja pues ya existe, aunque comparte siglas.
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