El Presidente del Gobierno alerta sobre la "estrema radicalización" en el discurso de la derecha. ¿Radicalización?. Si la sempiterna alianza con la reaccionariaj erarquía católica, con los movimientos más extremistas que añoran "tiempos gloriosos de imperio y cruzada", si utiliza el terrorismo ( algo que ellos mismos han practicado bajo el manto de la legalidad durante cuarenta años con su jefe de filas teniendo mano firme en la firma de las penas de muerte) como arma arrojadiza y electoralista, si llena sus filas de presuntos corruptos con el objetivo de que las urnas los exculpen, si utiliza una estrategia que ya conocemos y que es clásica de la derecha española ( vigía de occidente en muchos sentidos), ¿de qué nos extrañamos?. Y ante el discurso cuartelero de la derecha ¿qué hacemos los demás?. Pues según el Presidente, lo que debemos hacer es dar una imagen de calma, sosiego, templanza y centralidad política, pues eso es lo que desea el país. Y yo me pregunto; ¿que mierda sabe el lo que el país necesita si ha firmado una alianza política con los poderes económicos y financieros contra la clase trabajadora que la condena a la regresión en derechos laborales, a la supervivencia a través de limosna...? Eso si, con el discurso de que con su política se ha avanzado más que nunca, pero sin pararse a pensar que en este país el avance ha sido siempre pobre y miserable comparado con otras democracias próximas. Comparar es odioso, así que evitémoslo.
La izquierda, ante la derecha fascistoide (pero constitucional), debe radicalizar sus compromisos y, definitivamente aliarse con las clases populares en la construcción de un futuro para todos, donde los que hoy chupan la sangre de la sociedad rindan cuentas y repartan ( voluntariamente o no) sus beneficios con los que los producen. Una alianza de la clase trabajadora para lograr un futuro esperanzador para nuestros hijos, lejos del terror que ahora produce pensar en ello.
Ante la derecha radical, izquierda revolucionaria; no queda otra solución, descartando, evidentemente, la total y definitiva rendición ideológica al capitalismo y sus secuaces a la que nos condena el "centrismo" que propugna nuestro Presidente.
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