LA DERECHA Y SU MIERDA

La caverna mediática y los cavernícolas de la derecha han sacado de la mochila el argumentarlo de: echa mierda que algo de olor quedará. El terrorismo se convierte en el único argumento que maneja la derecha miserable contra el gobierno. Ya no hay problemas de empleo, ya no hay problemas financieros, ya no hay problemas en las familias de éste país para sobrevivir a la rapiña impulsada por la derecha y jaleada por el partido en el gobierno. Ahora toca sacar las actas de la negociación del gobierno con ETA, insultando, no al gobierno; sino a la inteligencia de los y las españoles y españolas.

Se olvidan de SUS MENTIRAS en el caso “Prestige” donde los vertidos eran “hilillos” de plastilina. Olvidan sus mentiras sobre la autoría del 11M. Olvidan su negociación con ETA, calificándola de movimiento de liberación nacional. Se olvidan de que el planteamiento de la negociación de los cachorros del “tío del bigote”, afirmando que no “perseguían el final de ETA”. Se olvidan de que el papel de la oposición no es solo fiscalizar la política del gobierno, sino plantear propuestas y alternativas; algo que la derecha cavernicola y cuartelera no ha hecho en ocho años.

Votar a la derecha, sea en el ámbito que sea el próximo 22 de mayo es ser coparticipe de la ausencia de la política. Es dar carta de naturaleza a la corrupción y a la mentira. La derecha, la misma que se coge de la sotana en las manifestaciones donde reina el águila imperial franquista, acusa de mentir, manipular y, si no fuera porque les crea un excesivo desasosiego, incluso vergüenza.

Acusar de mentiroso sin mirarse en el espejo es síntoma, no ya de falta de argumentos, sino de enfermedad mental por parte de los dirigentes y palmeros de la derecha.

La última está por venir, porque éstos chicos, una vez que se alisan la gomina y se colocan el “Lacoste”, se sienten legitimados para insultar al pueblo español, al considerarlo estúpido e imbécil. Si permitimos que la derecha gobierno ( insisto: en cualquier ámbito) estaremos legitimando la política rastrera, la política de la mentira como argumento, la política del insulto  (no hacia otros políticos, sino hacia el pueblo al considerarlo una panda de lerdos) y la ausencia absoluta de ideas, más allá que la de medrar y ayudar a medrar.