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EL HERMANO PEQUEÑO DE RECUPERANDO IDEAS.

jueves, 27 de mayo de 2010

LA CARCAJADA DEL CAPITAL



José Antonio Pérez Tapias
                                                Diputado socialista

Entre índices de paro, porcentajes en los ajustes y vaivenes de las bolsas, las crónicas informan de cómo están los mercados. Dan cuenta al detalle de sus estados de ánimo: están tensos, albergan incertidumbres, se hallan inquietos o muestran su impaciencia. Tan convencidos quedamos por ese lenguaje antropomórfico que asumimos el imperativo de calmar a los mercados, no sea que se desboquen más y nos lleven al abismo.

En medio de expresiones metafóricas tan de andar por casa no falta quien dice, entre la candidez y el cinismo, que lo que sucede a los mercados nos pasa a todos, pues todos somos el mercado. Aparte esa indicativa fusión de la pluralidad en la unidad, que deja pequeño el dogma trinitario –al fin y al cabo todos los mercados tienen una sola naturaleza: capitalista-, quienes hacen suya la situación hasta subsumirse por completo en ella quieren hacernos cargar con las consecuencias de su injusta falacia. Ésta empieza por prescindir de la distinción del castellano entre ser y estar. ¡Ojo, todos estamos en el mercado, pero no todos somos el mercado!

Al fiel apologista del mercado le podemos recordar a Orwell, para que vea que no despachamos su teoría sin más. Como decía algún personaje de Rebelión en la granja, todos somos iguales, pero unos más iguales que otros: estamos igualados tanto más a la baja cuanto más descendemos en la escala que define nuestra posición en el mercado. Y desde abajo, la intranquilidad del mercado es muy distinta del desasosiego de quienes están en él sin ser el mercado. Pero resulta que hay que acabar con la intranquilidad del primero aunque sea a costa del desasosiego de los segundos. ¿O no era el hombre para el mercado? ¡Sólo faltaba que el mercado fuera para el hombre!

La reflexión económica sobre temas tan teológicos, o teológica sobre cuestiones tan económicas –lo saben los eclesiásticos cordobeses que han llevado Cajasur al infierno-, ve quebrada su serenidad por la gran carcajada que resuena en los espacios mediáticos de la aldea global. Parece la carcajada del diablo, como escribió alguno. En su inmanencia bajo los cielos es la carcajada del capital, del verdadero –el ídolo reclama mayúscula: “el Capital”-, el que reside en los grandes bancos, el que se parapeta en las SICAV, el que se oculta mediante ingeniería financiera, el que no soporta gravámenes, el que se refugia en paraísos fiscales sin conocimiento del bien y del mal… La carcajada se hace estruendosa al oír hablar de un “impuesto para los ricos” cuando llegue el momento oportuno. ¡Pues que los busquen, que el capital ya está a salvo!

(Publicado en el diario Granada Hoy el 27 de mayo de 2010)

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