No es menos irracional, sin embargo, la conducta de los votantes que eligen a políticos que van a gobernar contra sus intereses. La marea negra que acaba de entregar más de media España a una derecha cerril, heredera del franquismo que costó 40 años desalojar del poder, es una buena muestra de lo que digo. Admito el derecho de los votantes a descabalgar a los socialistas de sus puestos de mando, donde habían cometido todo género de errores y abusos; merecido lo tienen. Pero que la solución sea entregar el país a los posfranquistas me parece terrible. Nunca hubiera imaginado, por ejemplo, que fuesen tantos los extremeños que han olvidado que sus abuelos fueron oprimidos y explotados –y muchos de ellos asesinados– por esas derechas a las que ahora votan.
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