Llegamos a Marinaleda...y paseamos por sus calles casi desiertas por el calor. Aún así, se percibía un calor mucho más agradable: el de sus vecinos y vecinas, el de un pueblo donde se respira dignidad en todos y cada uno de sus rincones.
Voy a intentar resumir en un par de entradas las sensaciones que tuvimos a lo largo de los días en los que fuimos acogidos por los vecinos y vecinas de Marinaleda.
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