Este fue el final de nuestro viaje: El Humoso, cortijo ocupado en su momento y hoy cooperativa de jornaleros fruto de la lucha de un pueblo por su futuro y el de sus hijos. El inicio de viaje fue un paseo por las calles de este pueblo sevillano, blanco, pero rojo. El final fue ver con nuestros propios ojos una parte de los frutos de más de treinta años de lucha.
A lo largo de las siguientes entradas sobre el viaje voy a intentar expresar las impresiones y las sensaciones que he tenido, que hemos tenido.
Nuestra llegada fue acompañada de miradas curiosas y de la bienvenida de Manolo, hombre que nos acompañó a la instalación municipal que nos habían cedido para nuestra estancia en Marinaleda. Y aquí mi primera gratitud hacia J.M Sánchez Gordillo y a los hombres y mujeres de Marinaleda: sin apenas conocernos, habiéndo hablado por telefono con uno de nosotros ( Manuel), nos facilitaron los medios que fueron necesarios y no solo eso,sino que se pusieron a nuestra disposición para hablar de qué han supuesto estos treinta años para un pueblo que no tenida nada y que hoy tiene futuro.
La primera parada: Ayuntamiento.
La primera sensación: la simbología de reveldía.
A lo largo de las siguientes entradas, con toda seguridad, los políticos y politiquillos al uso van a ver un radicalismo, una imposibilidad de trasladar la experiencia, pero esto ( y lo iremos comentando) no es más que un síntoma del miedo que los trepas y arribistas tienen a perder su estatus o el que anhelan. El miedo a perder la imágen y cuotas de poder atenaza la mente y hace que cualquier experiencia diferente y alternativa cuente con la burla y la mofa de los representantes de la miseria y el institucionalismo. Yo he visto un pueblo que cree y participa de la utopía, y eso nadie puede negarmelo.
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