En mi opinión, nada nuevo en el discurso tradicional del monarca el día veinticinco. Un texto en la línea de la “necesidad” de las reformas, pues de lo contrario no se creará riqueza y, por consiguiente, no se creará empleo. Claro, el monarca no ha dicho en los bolsillos de quien hay que crear riqueza, pero sí que se ha solidarizado con todos aquellos que sufren en sus espaldas la crisis y las reformas para que los ricos sean más ricos y, si lo consideran, creen empleo, del tipo que sea.
Personalmente creo que el discurso lo redacta La Moncloa, como un recurso más de afianzar la opinión de que, lo que se está haciendo es lo necesario y no hay más opciones.
Está claro que las alternativas que desde determinados foros se están planteando no pueden ser oídas por la monarquía porque contradice el discurso oficial y porque vienen de personas y colectivos con poco apego a la monarquía. Pero lo que me molesta sobre manera es el tono paternalista y condescendiente con el que se refirió a los que sufren ( sufrimos) la crisis especulativa y sistémica en la que, los que nos han metido, nos quieren hundir, eso sí, con buenas palabras.
El discurso omnipresente del monarca sirve para crear opinión, claramente coincidente con el discurso oficial.
Por el lado de la derecha, se entresacan las frases que interesan, como es normal, y se subrayan conceptos como el de unidad y el de la necesidad de avanzar en las reformas. Lo de la unidad lo voy a pasar por alto pues huele rancio. Lo de las reformas, quizá lo quieran ver como un apoyo al planteamiento que defiende sobre la necesidad de “ir más allá”.
No puedo evitarlo, cada veinticinco de diciembre me reafirmo en mis convicciones: ¡Viva la República!.
Salud, Socialismo y República.
(Seguiremos sufriendo, por necesidad, pero con el apoyo moral de la Casa Real: todo un alivio a nuestro atormentado espíritu)
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